lunes, 14 de abril de 2008

empezar otra vez

En una época, un lugar, el silencio hizo aposento y un chico llamado Jose no hablaba con una chica llamada Lola, no es que él quisiera dañarla, ella iba de puntillas a través de él poco espacio, no queriendo introducir ni un aliento triste entre ellos dos, Jose dejaba la chusta en el cenicero, y el silencio que inundaba la habitación no es el fruto de un instante, y toda la vida con descorazón no sé explica más que con nada. El cuerpo de Lola peleando como una bestia y el alma encerrada en afonía. El no había terminado su película y ella era una musa fracasada, y con el poquito a poco, con los besos, los enojos tropezaban en el mismo camino y decidían sin decidir seguir unidos. El pensamiento convencido y estúpido de dos personitas que creían que así el mundo sería mejor, y dicen algunos que es así como empiezan las revoluciones. Vagabundos, no es que ella quisiera ser musa o el quisiera hacer películas, era su forma de decir revíveme por favor en cada una de tus imágenes y los dos de par en par desplegaban sus ojos. Observándola desnuda mientras ella miraba por la ventana, desentrañaban un enigma y no quisieron creer que algún día desviarían sus miradas. Lola se giraba y él era feliz, en los días grises de invierno, en las ojeras, en abril, pero las musas se vuelven muy caprichosas y los destinos desconcertantes, Jose agachaba los hombros y cerraba las manos pues había un camino inviable por el que ella se deslizaba. Locura, presa locura que durante un tiempo fue orgasmo, desenfreno y descaro: “Pásame ese porro y dame ese gramo que lo reparto entre todos los jirones de tu cuerpo. Me veo vida en un firmamento y luego en una habitación donde uno más uno no son dos sino uno y uno, tragedia… Te debo todo, ¿me haces un plan? Sí me marcho… ¿Querrás verme otra vez y mejor?” Las cosas suceden en una época y los corazones se vienen a encharcar y las siluetas de los enamorados por las calles se tornan insoportables, complejas e inexplicable que tanta felicidad infrinja tanto daño. El gato se escapó mientras tú te quedabas dormido. Las cosas amargas entran poquito a poco en el paladar por la incapacidad de afrontarlo, Jose y Lola sumergidos en una mentira sincera, cruda, inviolable, “se ofrece musa, se ofrece director de películas” “Si no sales por la puerta no sé que va a quedarnos” Las manos de Lola cubriéndose el rostro, extendidas, los pies fríos con los dedos encogidos, Jose fumándose otro porro, absorto en un corazón hecho coraza, hace tiempo que no la habla y a ella le retumba cada eco, ausencia, que él se ha empeñado en representar. Le mira, vuelven a pesarle los hombros, camina de puntillas hacia las chanclas que recoge del armario, le mira, fuma sin mirarla aunque ella sepa que la observa con otros sentidos, se pone las chanclas y los sor que están tirados sobre la cama, haciendo una radiografía de cada cosa, con una extraña nostalgia, localiza su bolso bajo el edredón y vuelve a mirarle con el gran bolso, en el que lleva desde cepillos de dientes de usar y tirar como una botella de whisky, cargada con él se dirige a la puerta, menos silenciosa, nota cada una de sus pisadas. -Lola… -dice él que se ha girado para mirarla desde el sofá. -Olvídalo, olvídalo todo por un tiempo, que estuve aquí, que hubo un incendio que nos queremos, tienes que seguir, olvídame…-pide ella que se va bajando las escalera de dos en dos, no ha cerrado la puerta, eso será para él. En una época, en un silencio, dos personas entendían que tendrían que volver a aprender a vivir y eso las ponía muy tristes.

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